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La cultura empresarial del fracaso: aprendiendo de los errores para impulsar la innovación

¿Cuántos artículos sobre el éxito de empresas en diferentes campos de actividad o de gestión has leído? Seguro que muchos. ¿Con cuántos artículos dedicados al fracaso empresarial te has topado? Podríamos afirmar que con muchos menos en comparación con el número de los que hablan de éxito.

 

Esto no es fruto de la casualidad. Se debe a que el fracaso se ha percibido durante mucho tiempo como algo vergonzoso, algo que se tiene que esconder. Por suerte, las cosas están cambiando, y las empresas se están dando cuenta de que en los errores también se puede encontrar algo muy positivo: la sabiduría para seguir avanzando hacia las metas.

 

En el caso de las personas, consideramos la resiliencia como una habilidad blanda esencial. Una capacidad que nos lleva a superar circunstancias que son duras, incluso traumáticas. Cuando somos resilientes, no solo somos capaces de sobreponernos ante la adversidad, sino que aprovechamos la experiencia para aprender de ella y utilizar luego ese aprendizaje en el futuro.


En el caso de las empresas, esa capacidad de ser resilientes es igual de importante que en las personas. Precisamente por ello, muchas empiezan a abrazar lo que se conoce como la cultura empresarial del fracaso. Que apuesta por aprender de los errores y sacarle el máximo partido a eso que se ha aprendido, para seguir innovando y logrando metas.

Tabla de contenidos

La transformación de la percepción del fracaso en la cultura empresarial

Ninguna empresa quiere fracasar en sus propósitos, pero la historia está llena de ejemplos de entidades que se han equivocado en algún momento a la hora de tomar decisiones. Lo curioso es que muchas de ellas han sabido reponerse y, tras caer en el error, han resurgido con más fuerza que nunca.

Quizá por ello, la tradicional aversión al fracaso que siempre ha existido en el mundo empresarial, está empezando a desaparecer. De ahí se deriva una nueva cultura empresarial en la que los errores están permitidos (aunque siempre se vaya a tratar de evitarlos), y se perciben como escalones que ayudan a las empresas a llegar al éxito. Pero llegar a este punto ha costado bastante.

El estigma del fracaso

Hasta no hace demasiado tiempo, las organizaciones percibían los errores como una señal de debilidad o de incompetencia. Precisamente por eso, se los intentaba ocultar a toda costa. Como resultado, teníamos empresas con una grave falta de transparencia, y un enfoque tan cauto y conservador, que las alejaba mucho del espíritu creativo e innovador que hay que tener para triunfar en el mercado.

En realidad, los errores nunca fueron un obstáculo, lo que se convirtió en un obstáculo para el crecimiento fue la falta de resiliencia organizacional. Porque, en lugar de aprender de los fallos, las empresas consideraban el fracaso como algo muy grave e irreparable. Creencia que limitaba su capacidad para adaptarse y evolucionar.

Estigmatizar el fracaso tenía un impacto muy negativo en la cultura organizacional. Dado que equivocarse era algo muy mal visto y casi imperdonable, los trabajadores no tenían ningún incentivo para proponer ideas o mostrarse más creativos a la hora de solucionar problemas.

La evolución hacia la cultura de la resiliencia organizacional

Con el tiempo, y gracias al ejemplo de empresas que demostraron que no había nada de malo en equivocarse, el fracaso dejó de estar estigmatizado. Para entenderse primero, como algo perfectamente normal en el devenir de un negocio, y después, como una fuente de oportunidades para aprender y mejorar.

Al abrazar la cultura del fracaso, las organizaciones han abrazado, a la vez, la cultura de la innovación. Porque ahora saben que un error no es el fin del proyecto, sino una señal de que hay que hacer algunos cambios para seguir avanzando por el camino.

¿Cómo pasar de una cultura empresarial que estigmatiza el fracaso a una que aboga por la resiliencia organizacional?

Una transición como esta no puede hacerse de un día para otro. Es algo a lo que hay que dedicar tiempo y recursos porque, en muchos casos, es posible que aparezca una cierta resistencia ante el cambio por parte de aquellos directivos que ya están acostumbrados a trabajar bajo la presión de que no hay margen para el error.

Aunque cada empresa debe abordar el procedimiento de la forma que más le convenga, existen una serie de pasos que podríamos definir como básicos para llegar a una cultura organizacional que ve el fracaso como algo positivo.

Reconocimiento del fracaso como una oportunidad

Sin lugar a dudas, lo primero que hay que conseguir es acabar con la vieja concepción del fracaso como algo grave e insalvable.

La propia experiencia de la empresa le va a ir demostrando que los errores son inevitables, pero que de ellos se pueden extraer lecciones muy valiosas que le permiten seguir mejorando.

Fomento de la mentalidad de crecimiento

Una entidad que le teme al fracaso y al error nunca está en disposición de afrontar grandes retos. Porque siempre tiene miedo a equivocarse. Por el contrario, una mentalidad de crecimiento implica ver los desafíos como una oportunidad de desarrollo. Quizá nos equivoquemos a la hora de afrontarlos, pero, en todo caso, vamos a aprender algo útil que nos servirá en el futuro.

Para llegar a este punto, necesitamos que sean los propios empleados los que muestren una actitud más positiva hacia los contratiempos. Algo que no es posible si la empresa no ha empezado ya a hacer cambios en la forma en que percibe el fracaso.

Comunicación abierta y transparencia

Hay muchas razones diferentes que pueden llevar al error, y de cada fracaso se van a derivar consecuencias que también diferirán unas de otras. Si queremos poder aprender de esto, hay que dar información sobre lo sucedido.

Es responsabilidad de la empresa ser todo lo transparente posible y establecer una comunicación abierta y clara cuando se trata de hablar del fracaso. Así se va generando esa idea de que el fracaso es algo aceptable, a la vez que conseguimos que unos aprendan de los errores de otros y sean capaces de evitarlos.

Celebración del éxito y del fracaso

La celebración del éxito es algo común en las empresas. En el caso del fracaso, no se trata de festejar que se ha perdido una oportunidad, pero sí hay que dedicar un tiempo a reconocer la valía y el esfuerzo de todos los que han asumido el reto.

Aunque no hayan llegado a la meta prevista, se han atrevido a innovar y a poner su talento y creatividad al servicio de la empresa. Esto contribuye a crear una cultura organizacional que valora el aprendizaje continuo y, como consecuencia, habrá más empleados dispuestos a asumir nuevos retos cuando estos surjan en un futuro.

Desarrollo de habilidades de resiliencia

Para que la organización se vuelva más resiliente, también sus empleados tienen que serlo. En algunas personas esta es una capacidad muy desarrollada, pero otras muestran más dificultades a la hora de gestionar el estrés asociado al error.

Una buena manera de superar este obstáculo es capacitar a la plantilla con programas que le ayuden a desarrollar la resiliencia. Por ejemplo, con formación sobre cómo hacer frente al estrés, o cómo afrontar de manera efectiva situaciones adversas.

Establecimiento de metas realistas

Si la empresa ha ido haciendo ajustes como los que estamos viendo, llegados a este punto, su visión sobre el fracaso y sus consecuencias habrá cambiado notablemente. A pesar de que el error es un buen punto de partida para aprender, también tiene un coste y, por tanto, es importante evitarlo en la medida de lo posible.

Y es aquí cuando cobran importancia las metas empresariales. Si estas no son realistas, la organización va a fallar una y otra vez al intentar alcanzarlas. Por mucho que haya desarrollado una cultura organizacional basada en la resiliencia, al final se va a frustrar, y eso acabará pasando factura a sus empleados.

La clave para minimizar los errores es que las metas sean claras y realistas. De esta forma, pase lo que pase, y aunque surjan inconvenientes, siempre se estará a tiempo de recuperar la senda y seguir avanzando hasta llegar al objetivo marcado.

Por otro lado, cuando a los equipos de trabajo les marcamos metas claras y factibles, se reduce en gran medida la presión sobre ellos. Esto les permite trabajar de manera más eficaz y con más confianza, dando como resultado un menor número de errores.

Hacer un aprendizaje activo del error

La resiliencia organizacional no implica superar el fracaso y seguir adelante, es algo más complejo.

Lo que se requiere en estos casos es un análisis de la situación para saber qué es lo que falló en su momento y qué consecuencias ha tenido dicho fallo. Porque solo así se está aprendiendo de verdad sobre cómo hay que actuar en ciertas situaciones y cómo no hay que hacerlo.

La transición de una cultura que aborrece el fracaso a una que lo ve como una oportunidad, implica un cambio profundo en la mentalidad de todos los empleados y en las prácticas que se llevan a cabo dentro de la empresa. A cambio, las organizaciones se vuelven mucho más resilientes y están mejor preparadas para afrontar nuevos desafíos.

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