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7 formas de trabajar las soft skills de mi equipo

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La selección de candidatos es una actividad cada vez más compleja. Si queremos tener la certeza de que hemos acertado al elegir a la persona adecuada para desempeñar un puesto de trabajo, debemos fijarnos tanto en las competencias que son imprescindibles para desarrollar las tareas de dicho puesto, como en otra serie de habilidades no ligadas directamente al trabajo. Esto nos lleva a diferenciar entre habilidades duras y blandas, de las que principalmente hay que trabajar las soft skills.

Las habilidades duras o hard skills son aquellas competencias que están vinculadas estrechamente con las tareas que una persona deberá desarrollar en su puesto de trabajo. Conocimientos y capacidades específicas que permiten desempeñar una labor profesional.

Por ejemplo, si estamos seleccionando a un carretillero para trabajar en una empresa de logística, una de sus habilidades duras debería ser saber manejar una carretilla retráctil. Si lo que buscamos es un contable, necesitamos que esté al tanto de cómo funciona el software de facturación más popular.

En el otro extremo nos encontramos con las habilidades blandas o soft skills, que son capacidades que no guardan una relación directa con el puesto de trabajo a desarrollar, pero permiten que quien las tiene desempeñe mejor su labor. 

Imaginemos ahora que buscamos un directivo para el departamento de comunicación de nuestra empresa. A la persona que ocupe el puesto le vamos a exigir una serie de habilidades que resultan imprescindibles para realizar el trabajo, pero también sería interesante que tuviera habilidades blandas como la creatividad.

Las soft skills permiten una mejor adaptación de la persona a su entorno laboral y, por tanto, una mejor integración en la empresa. De ahí la necesidad de potenciar las mismas dentro de la plantilla y, por eso, vamos a ver siete formas diferentes de hacerlo.

1. Las habilidades blandas se pueden desarrollar como forma de trabajar las soft skills

Lo primero que debemos tener en cuenta es que las soft skills no tienen que ser necesariamente algo innato en la persona. Hay quienes de manera natural poseen unas extraordinarias dotes de liderazgo o una gran capacidad de comunicación, pero esto no quiere decir que otras personas no puedan aprender estas habilidades.

Todo el mundo necesita formación y entrenamiento para desarrollar las soft skills. Incluso aquel que es un líder natural acabará por quedarse estancado si no sigue desarrollando esta capacidad.

Es por ello que una buena forma de trabajar estas habilidades en la empresa es establecer un programa de formación técnica específico para determinados puestos. Además de ayudar en el desarrollo de nuevas competencias, este tipo de formaciones inciden de manera muy positiva en la motivación de los empleados y hacen crecer su fidelidad hacia la empresa.

Más allá de aprender de una forma más o menos reglada, también se debe dar a los empleados la posibilidad de aprender unos de otros. Una buena manera de desarrollar nuevas habilidades es observar a los demás, tener algo así como un tutor.

De igual manera que cuando llega un empleado nuevo a la empresa le asignamos un mentor durante unos días para que se adapte a la forma de trabajar, también podemos crear pequeños equipos de trabajo en los que un mentor se encargue de compartir su experiencia con los miembros y les ayude a desarrollar nuevas habilidades.

Esto incrementa las relaciones interpersonales dentro de la empresa, lo que también contribuye de manera positiva a elevar los índices de motivación.

2. Plan de mentoría individualizado

Implica ir un poco más lejos de lo que acabamos de exponer, porque en este caso la mentoría se desarrollará a través de reuniones privadas de evaluación entre el mentor y la persona a la que está guiando en su proceso de aprendizaje.

Dado que es un procedimiento algo más complejo y costoso, se suele recurrir a él únicamente cuando se trata de desarrollar nuevas habilidades blandas en personas que acaban de empezar a ocupar un puesto de responsabilidad o están próximas a hacerlo.

Aquí se establece una relación de total confianza entre el mentor y su “discípulo”, de modo que este último se siente más libre a la hora de exponer sus dudas y sus incertidumbres.

Por otro lado, en este sistema de mentoría el guía se implica mucho más en la evolución del empleado y le aporta su feedback para que la mejora sea continuada en el tiempo.

Está demostrado que esta medida mejora el desempeño de los trabajadores y facilita la adaptación a puestos de responsabilidad, a la vez que permite la detección temprana de problemas. Y, en todo caso, contribuye al desarrollo de las habilidades comunicativas de carácter interpersonal.

3. Definir los objetivos como forma de trabajar las soft skills

Cada persona tiene sus propias habilidades blandas, aunque luego pueda desarrollar más o mejorar aquellas de las que ya dispone. Por otro lado, cada puesto de trabajo requiere de unas soft skills diferentes. Así que es tarea de la empresa definir qué objetivos desea alcanzar en lo que a este tema se refiere.

Igual que se les marcan a los empleados metas en materias como la productividad, también hay que hacerlo con respecto a las habilidades blandas, determinando cuáles son las prioritarias y en qué grado deberían desarrollarse. 

Lo que debemos tener en cuenta es que desarrollar una competencia no es cuestión de dos días, suele tratarse de metas a largo plazo. Por tanto, lo recomendable es dividir esas metas u objetivos en sub-objetivos más pequeños que se puedan convertir en realidad a corto o medio plazo.

Estos mini objetivos permiten que el avance hacia la meta sea más seguro y que el empleado no pierda la motivación, porque puede ir viendo poco a poco los resultados de su esfuerzo.

Por ejemplo, si queremos que un empleado desarrolle sus habilidades comunicativas, podemos plantearle un reto: en un mes debería estar listo para realizar una pequeña presentación en público, en dos meses su exposición deberá ser más extensa, en tres deberá responder las preguntas de su audiencia tras la exposición, etc.

4. Incluir las habilidades blandas dentro de la cultura empresarial

Muchos candidatos se esfuerzan mucho para tener las competencias esenciales para ocupar un puesto de trabajo, pero pocos se centran en el desarrollo de soft skills. Ahora bien, si la empresa que les contrata tiene estas habilidades blandas como uno de los focos de interés de su cultura empresarial, las cosas van a cambiar.

El empleado se mostrará dispuesto a saber más sobre este tipo de habilidades y seguro que estará dispuesto a esforzarse para desarrollarlas si comprende que estas son un valor añadido para la organización (y para él) y que eso puede ayudarle a progresar profesionalmente.

Si el propio equipo de dirección muestra un amplio catálogo de habilidades blandas, como su carácter conciliador o la ética en el trabajo, estos valores se van a transmitir a través de toda la cadena de mando e impregnarán la forma de trabajar en toda la empresa.

Es decir, que el equipo directivo debe predicar con el ejemplo a la hora de poner en práctica las habilidades blandas y, por otro lado, la empresa debe promover un mejor conocimiento sobre las mismas entre sus empleados.

5. Puesta en práctica de las nuevas habilidades como forma de trabajar las soft skills

Las capacidades y habilidades deben ponerse en práctica, no basta con aprender la teoría sobre las mismas. Si queremos ser expertos en gestión del tiempo, no es suficiente con que leamos todo lo que se ha escrito al respecto, llega un momento en que debemos ponerlo en práctica para ver si de verdad hemos asimilado los conocimientos que se nos han transmitido.

Una buena manera de poner en práctica las habilidades blandas es asignar tareas complementarias dentro de los equipos de trabajo. Por ejemplo, al empleado que siempre se encarga de los aspectos contables del proyecto, le podemos adjudicar la tarea adicional de mediar en los posibles conflictos que surjan entre los compañeros.

No se trata de sobrecargar de trabajo a una persona, sino de asignarle pequeñas nuevas responsabilidades que implican poner en práctica habilidades y competencias que no usa a diario en su puesto de trabajo.

6. Practicar la escucha activa

La escucha activa es una dimensión de la comunicación que es útil a muchos niveles. Es esencial para el líder, pero también sirve para evitar los conflictos entre personas que están a un mismo nivel jerárquico, estimula la comunicación, etc.

Por tanto, poner en práctica la escucha activa es esencial para que todos los empleados empiecen a manejar mejor recursos del lenguaje verbal y no verbal, que serán el mejor de los cimientos para desarrollar a partir de ahí las habilidades blandas.

7. Implicar a todos los empleados como forma de trabajar las soft skills

En algunas empresas las soft skills solo interesan realmente cuando se refieren a empleados que tienen un puesto de responsabilidad. Aunque es cierto que en estos casos son muy importantes, no hay que perder de vista al resto de la plantilla.

Hasta el empleado con el puesto más sencillo debería desarrollar este tipo de competencias. De esta forma, se sentirá mucho más a gusto y valorado y, además, el desarrollo del talento es clave para que la empresa siga ganando ventaja competitiva.

Las soft skills son ahora más importantes que nunca en el mercado laboral, y lo son tanto para las empresas como para sus propios empleados. De ahí la necesidad de que exista una total implicación en su proceso de desarrollo, porque los resultados serán beneficiosos para todos.

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