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La selección de candidatos es una actividad cada vez más compleja. Si queremos tener la certeza de que hemos acertado al elegir a la persona adecuada para desempeñar un puesto de trabajo, debemos fijarnos tanto en las competencias que son imprescindibles para desarrollar las tareas de dicho puesto, como en otra serie de habilidades no ligadas directamente al trabajo. Esto nos lleva a diferenciar entre habilidades duras y blandas
Las habilidades duras o hard skills son aquellas competencias que están vinculadas estrechamente con las tareas que una persona deberá desarrollar en su puesto de trabajo. Conocimientos y capacidades específicas que permiten desempeñar una labor profesional.
Por ejemplo, si estamos seleccionando a un carretillero para trabajar en una empresa de logística, una de sus habilidades duras debería ser saber manejar una carretilla retráctil. Si lo que buscamos es un contable, necesitamos que esté al tanto de cómo funciona el software de facturación más popular.
En el otro extremo nos encontramos con las habilidades blandas o soft skills, que son capacidades que no guardan una relación directa con el puesto de trabajo a desarrollar, pero permiten que quien las tiene desempeñe mejor su labor.
Imaginemos ahora que buscamos un directivo para el departamento de comunicación de nuestra empresa. A la persona que ocupe el puesto le vamos a exigir una serie de habilidades que resultan imprescindibles para realizar el trabajo, pero también sería interesante que tuviera habilidades blandas como la creatividad.
Las soft skills permiten una mejor adaptación de la persona a su entorno laboral y, por tanto, una mejor integración en la empresa. De ahí la necesidad de potenciar las mismas dentro de la plantilla y, por eso, vamos a ver siete formas diferentes de hacerlo.